jueves, 18 de febrero de 2010

Premio Nacional de Literatura 2010


Don Mateo Morrison
Además del galardonado discurso de agradecimiento de Don Mateo Morrison, la ceremonia fue una peña literaria.




Santo Domingo. El fragor de una noche pasó con placer ante nuestra presencia, dejándonos extasiados de emoción por el mil veces merecido galardón que el Ministerio de Cultura y la Fundación Corripio Inc. entregaron, a quien merece el titulo de “Poeta y Culturero Popular”.

La barriada de Villa Duarte, las calles de Santo Domingo y el Alma Mater de la Primada Universidad de América, retumbaron de emoción al elevarse con la estatuilla que reconoció a una figura tan emblemática para los espacios mencionados.

El mensaje una vez fue presagiado por un grande varias veces mencionado en la premiación y los hechos le reforzaban “Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro”, Octavio Paz.

La peña comenzó con las notas y el clamor melodioso de un terrícola de otro suelo, era Víctor Mitrov, un admirable desconocido para mi persona y mis oídos, pero quien en cuestión de minutos con lo innovador de la velada experimental construida junto a sus tres cómplices artesanos musicales, Elioenai Medina (pianista), Militza Iankova (violinista) y Dejan Kulenovich (chichi) en el Oboe.

La degustación de prosas y versos hizo su agosto en una jornada con néctares de nuestras letras criollas, en la misma sala en que la cultura dominicana estrenó un nuevo Premio Nacional de Literatura.

La introducción de Jacinto Gimbernard no dejo deseos de más, pero la extensa exposición, a la altura de su titulo, hizo de José Rafael Lantigua una parte estelar en la constelación ocurrida en el salón Carlos Piantini del Teatro Nacional, la noche del pasado miércoles 17 del corriente.

De Tony Raful disfrutamos una afrodisíaca semblanza que auguró lo enriquecedor que sería el plato fuerte. Las citas de la proeza de Morrison hecha vida se presentaron cronológicamente imperceptibles en la voz de Raful encarnado en estruendosa emoción.

Las palabras no se hizo esperar y para el ejemplo bastó un botón.
Ansioso, animado, emotivo y efusivo, son algunas de los estados en que pudimos ver a un Mateo Morrison tan particular como el que más y tan especial como siempre.

La influencia de sus ancestros, su época, su realidad, sus deseos, su barrio, su gente, su generación, pero especialmente de su alma y espíritu, hicieron parte de la penúltima intervención, esa misma que estuvo a cargo del homenajeado; ese que por más de cuatro décadas ha dedicado su acciones y su vida al quehacer literario, folklórico y cultural de la promoción de nuestro sociedad.

Más allá de su obra, tuvo a bien presentarnos sus deseos anhelados y el preocupado rol patriótico y cívico de un hombre consagrado con las letras; ese encarnado en el mismo efigie del hijo, hermano, esposo, padre, abuelo, tío, amigo y cómplice, venido de la generación de la posguerra dominicana. Un alma desnuda, construida como rompe cabezas en la voz de sus colegas.

Terminar la noche con el disfrute de una anécdota convertirá en nata cultural, fue la mejor estatuilla. Mateo se despidió con su sonrisa plena y sus pensamientos erguidos, sonaron los aplausos y el telón se cerró.

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